DOSSIER ESPÍAS

INTRODUCCIÓN

G.S. VIERECK, LA CONEXIÓN GERMANA

Su nombre dice poco o nada a los lectores españoles, pero George Sylvester Viereck (no confundir con el renegado de su hijo: el periodista Peter Viereck) fue durante la primera mitad del siglo XX, en Alemania, Estados Unidos y el ámbito anglosajón, una de las figuras más interesantes y controvertidas que pudieran encontrarse; un individuo en posesión de una trayectoria "bigger than life", que sin duda merece ser revisada.

Su amistad con el genial inventor Nikola Tesla, que lo consideraba el mejor poeta de su tiempo, nos sugiere sobre él una imagen casi perfecta: Viereck fue una antena –más bien un complejo de ellas– que, misterios de la personalidad, funcionaba como un catalizador receptor/emisor electromagnético de las más intensas turbulencias de su época, aniquilado al final, como un Frankenstein moderno, por los rayos de la política y la diplomacia internacionales. Una suerte de HAARP en sí mismo, capaz no sólo de intervenir en el cataclismo de su tiempo de un modo notable, sino también de proyectar persistentes imágenes de futuro. Un futuro que, cualesquiera que sean sus errores, se ha portado severa e implacablemente con su obra literaria: su labor como espía y propagandista alemán en Estados Unidos durante la Gran Guerra, con el epílogo de sus vínculos nazis en los años 30, más una temporada en prisión emulando a sus queridos Oscar Wilde y Verlaine, le impusieron en la última recta de su vida un ostracismo mediático que hoy todavía perdura; un manto de silencio que en su día se tradujo en el recelo de las editoriales a publicar nada que llevase su firma, y a la animadversión de la propia Alemania deseosa de hacer borrón y cuenta nueva con su tradicional beligerancia nacionalista, a la que Viereck se entregó en cuerpo y alma.

Viereck va a ser la figura central en este mini-dossier sobre espionaje en la Primera Guerra Mundial con el que despedimos un año y damos la bienvenida al siguiente; un informe en el que intentaremos resumir su trayectoria desde diversas perspectivas, sin temor a resultar zigzagueantes: su labor literaria, entre el decadentismo demodé y la science fiction; su faceta como editor de los periódicos pro-germanos The Fatherland y The International, de tan infausto recuerdo, y su actividad de entrevistador, o “cazador de leones”, a través de algunas de sus históricas charlas con Freud, Einstein y Hitler –alguna de ellas disponible en la red, pero que vale la pena recuperar en aras de ofrecer un retrato lo más completo posible de su personalidad–, comentando sus relaciones con el sodomita Lord Alfred Douglas, Theodore Roosevelt y los llamados “nazis de Harvard”, Cecil Chesterton, Bernard Shaw y las sociedades eugenésicas de principios de siglo que, pavimentadas de buenas intenciones, condujeron directamente a Auschwitz; y otros escenarios igualmente interesantes.

Lo cual nos brindará una excusa fantástica para rescatar alguna de las contribuciones de Aleister Crowley (“Absinthe”) y de su amigo y compañero de correrías Hanns Heinz Ewers al periódico The International, regresando al "affaire Stegler" en que se vio envuelto este último, junto a Viereck, y cuyos documentos oficiales acerca de su labor como propagandista al servicio del Reich han sido sacados a la luz por la editorial norteamericana Side Real Press en su web, aprovechando la reedición de algunas obras fundamentales del autor de “Die Spinne”. Documentos susceptibles de ser leídos como una novela en sí mismos, y que traduciremos al castellano en consideración al improbable caso de que alguien esté lo bastante chiflado como para interesarse por ellos.

Con objeto de establecer el tono en este desfile de agentes secretos, políticos psicópatas, excéntricos sin remisión y demás fauna humana, nos haremos eco de algunos de los muchos testimonos que existen sobre el espionaje alemán en el periodo de la Gran Guerra; viejos best sellers como las confesiones del espía del Servicio Secreto Francés Charles Lucieto, (“On Special Missions”), y las del embajador norteamericano en Alemania en los años que van de 1913 a 1917, James W. Gerard, autor de los libros “My Four Years in Germany” y “Face to Face with Kaiserism”, responsable también del discurso radiofónico en el que, de forma incendiaria, se exhortaba a los 500.000 norteamericanos de ascendencia germana residentes por entonces en los Estados Unidos a tomar una posición clara en el conflicto (“o patriotas o traidores”), advirtiéndoles que el país disponía de 500.001 farolas en las que poder ser ahorcados.

William Le Queux, por su parte, ilustrará los temores paranoicos –más o menos fundados– del bando británico ante la oleada de agentes alemanes que infestaba el país, preámbulo de una posible invasión, con extractos de su libro “The Spies of the Kaiser”.

También habrá un recordatorio sobre el uso –y despiadado abuso– de caballos, ratas explosivas, monos voladores, perros-espía, palomas mensajeras y demás protagonistas involuntarios del, llamémoslo así, reino animal, en una guerra que ni les iba ni les venía, pero a la que a su pesar se vieron irremediablemente arrastrados.

No estaría completo este informe si no recordáramos la azarosa, esperpéntica historia que hubo detrás del descubrimiento del “Telegrama Zimmermann” el 16 de enero de 1917, tan crucial para la entrada de Estados Unidos en la guerra como pudo serlo el hundimiento del Lusitania por un submarino alemán. Y tampoco faltará un homenaje visual al arma más mortífera y, a la vez, más inocente y ridícula de aquellos años: el incomparable zeppelin.

Como colofón, y para encomendarnos al Gran Dios Pan en este año nuevo que ha de conducirnos sin remedio a la tercera y definitiva catástrofe global, expondremos algunos capítulos de “Men into Beasts”, las memorias de Viereck sobre sus años en la cárcel, y de uno de sus relatos de juventud, incomprensiblemente inédito en castellano: el ultra-decadente clásico de 1907  "The House of the Vampire”.

 

 

 

 

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Inmejorable manera de inaugurar el 2012! Espero impaciente la segunda entrega de este dossier que promete ser suculento.

SUPPORT ANIMAL LIBERATION FRONT dijo...

Gracias Prinzessin, se agradece; no habrá lo que se dice orden germánico, pero como no respondo ante el Káiser y el tiempo se acaba, vale la pena intentar abarcar lo inabarcable... Prosit Neujarh

des.frankenstein dijo...

Es increible la grandeza de este blog. Crema de la crema. Algo posterior pero muy interesante me parece la figura de Eric Ambler. El dios de la novela de espias. Quien quiera que lea la Másacara de Dimitrios saldrá muy gratamente satisfecho.
Tendemos a pensar que la figura del espía es fruto de la modernidad y si que lo es pero desde hace muchoooo tiempo. Suena paradojico pero creo que un espia en tiempo de los romanos ya tenía que ser parecido a lo descrito en este dossier.

SUPPORT ANIMAL LIBERATION FRONT dijo...

Tropezarse con una vieja novela de Eric Ambler siempre garantiza pasar un par de tardes estupendas, la última que localicé estaba ambientada en oriente próximo en los años 70, y aunque no era tan excitante como "La máscara de Dimitrios" la disfruté mucho. Gran tipo Ambler. La figura del espía debe haber existido desde que existe la civilización. En mi ciudad por ejemplo (una ciudad muy pequeña con su momento de gloria en la España de los reyes castellanos) me consta la figura de un espía bastante tremendo; el tipo era bachiller como se decía entonces, y llegó aquí desde Navarra, sin llamar la atención se lo imagina uno; en realidad era un agente de los Reyes Católicos enviado para intrigar contra el señor feudal (Pacheco) y sus aliados en el concejo municipal, los judíos. Con la complicidad de la Iglesia y de algunos otros nobles menores organizó una matanza a medianoche, tal cual "La noche de los cuchillos largos" en la Alemania nazi, asesinando a un centenar de familias hebreas y expulsando al resto. Luego se trabajó bien el territorio colindante para que sucediera lo mismo, y, una vez unificada España, fue recompensado por Isabel y Fernando con tierras solariegas y mansiones varias. Cinco siglos después su familia en Madrid, los muy honorables Mergelina, todavía negocian con el Ayuntamiento la venta o cesión de estos palacetes. Me río yo del Reich del Káiser. ¡Aquí sí que se pagaba bien a los espías, rediez!. Lo más gracioso es que cuando los Reyes Católicos pasaron por aquí algunos años después, se detuvieron y fue leída con todo boato una bula que, ante Dios, exculpaba a aquellos que participaron en el genocidio; con lo que de paso quedaron consignados para la historia el nombre y apellidos de todos ellos -no así los de las víctimas. Si viviera 100 años, ten por seguro que también me metería en el fascinante mundo de Roma. Saludos y gracias por pasarte por aquí.

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