Cuesta creer que en las primeras películas de la historia del cine los estudios no diesen pistas de los nombres de los actores y actrices que aparecían en ellas. Cuando comenzaron a hacerlo, hacia 1910, la mitología cinematográfica se propagó rápidamente como una nueva obsesión destinada a arrasar con el planeta. Así, todavía resulta más sorprendente una célebre fotografía de los rostros de Rodolfo Valentino y su novia, la bailarina Natasha Rambova, tomada ya entrados los años 20, en la que ambos posaron de perfil previendo la posible acuñación de monedas con sus efigies.
La pasión del público y su ansia por conocer hasta el menor detalle de la vida de las estrellas propició la aparición de un nuevo negocio, las revistas de cine. Photoplay sacó su primer número en Chicago en 1911 –por esas fechas todavía se estaba produciendo el éxodo de magnates judíos a California desde la Costa Este, origen de la fundación de Hollywood-, más o menos al mismo tiempo que Motion Picture Story. Les seguirían muchas otras, con tiradas de cientos de miles de ejemplares: Screen Secrets, Picture Play, Motion Picture Classic, Screenland, Moving Picture Stories, Screen Romances, Screen Book… En un principio benignas y de una desarmante ingenuidad, incluían información y perfiles biográficos de sus protagonistas, historietas de ficción, confesiones, entrevistas, la agenda promocional de la industria y constantes convocatorias de concursos locales orientados al descubrimiento de nuevas estrellas, como el que sirvió para localizar a Clara Bow. Pronto sin embargo se impondrían el morbo y la maledicencia. El escándalo de Roscoe “Fatty” Arbuckle abrió la caja de los truenos, emergió el periodismo de caza-y-captura entendido como una de las bellas artes. Comentaristas al estilo de Louella Parsons o Hedda Hopper comenzaron a destilar en sus columnas los peores y más letales venenos, y con ello la natural malignidad humana encontró un nuevo y original vehículo de expansión recibido por el público con alborozo. Si desde el principio en Alemania la UFA se había concentrado en producir delirantes pesadillas de la mano de directores como Henrik Galeen, Paul Wegener o Robert Wiene, en América los sueños quedaban también emponzoñados para siempre.
En esos gloriosos años las portadas de estas revistas vendrían firmadas por algunos de los más notables ilustradores de la nación, como sucedía con los no menos populares pulps de fantasía, terror o ciencia ficción. De hecho, el matrimonio entre el planeta pulp y las screen magazines fue frecuente, y pasó por que muchos de los más famosos autores de los primeros como Ellis Parker Butler escribiesen artículos para las segundas.
Hoy esos ilustradores, F. Earl Christy y Marland Stone entre otros, permanecen olvidados por las nuevas generaciones al igual que la mayor parte de las actrices (especialmente) que desfilaron por sus páginas. Enterrados en el tiempo todos ellos junto con la memoria colectiva de los que los adoraron, emergen en el ciberespacio como espectros de otro mundo para susurrarnos al oído el último y más inquietante de sus secretos: que muy pronto también nosotros, menos memorables y bastante más faltos de estilo, estaremos tan muertos como lo están ahora ellos.
Billie Dove, Loretta Young, Marion Davies, Constance Bennett, Barbara Lamarr entre las más olvidadas, Clara Bow, Greta Garbo, Louise Brooks y Bette Davis entre las que todavía despiertan pasiones, el listado sería demasiado largo de relacionar aquí. Quede constancia, no obstante, de su carisma y belleza, para quienes quieran o puedan disfrutarlos.
Artículos:
Clara Bow en Photoplay Magazine, 1931: “¡Que me dejen en paz!”
Entrevista con Greta Garbo, abril de 1928: “¿Si me he enamorado? Pues claro. ¿Quién no se ha enamorado alguna vez?… ¿Casarme? No sé, ya lo he dicho muchas veces. Me gusta estar sola”.
2 comentarios:
Y tantos ojos que vieron estas ilustraciones, que son los mismos que luego contemplaron los efectos de la Gran Depresión, por ejemplo. Todos están muertos.
Este blog es un lujo.
Yeah, Sap, disfrutemos del sol y de las nubes, y del viento, mientras podamos!
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