TOD ROBBINS: PENSAMIENTOS ROJOS

John Carewe trabajaba en su jardín. Sobre las colinas, a lo lejos, el agonizante sol colgaba como una lámpara sostenida por alambres. Recortada sobre este fondo horrendo la pequeña figura del viejo inclinado sobre la tierra me recordaba a la de una araña tejiendo su tela.

Me asomé al seto y le hablé: " Ya está usted otra vez trabajando, señor Carewe. ¿Cómo van sus flores?"

Dejó caer la pala con nerviosismo, y giró su cabeza hacia mí. Una cabeza pequeña y amarilla. En medio de todas sus rosas parecía un girasol fuera de sitio.

"Así que ha estado usted observándome", gritó con una voz aguda y temblorosa. "Más les valdría a todos mirarme bien, cuando trabajo. Aprenderían un par de cosas, y no hablo de trabajar la tierra"

"¿Aprender sobre qué, entonces?"

"¿Sobre qué? Sobre la vida. La mente es un jardín, señorita. Lo que yace oculto está condenado a crecer. Todas estas flores que ve son pensamientos rojos. Mire con qué rapidez crecen, cómo se desarrollan, si yo no estuviera aquí para cortarlos cada día. Lo mismo tienen que hacer todos los hombres si quieren vivir en la luz; deben cortar los pensamientos rojos de sus jardines, como yo hago con este"

Se inclinó de nuevo. Cogió las tijeras con ceñuda satisfacción y comenzó a cortar las cabezas de las flores, que caían marchitas y lánguidas a la tierra.

"Pues debe de tener un jardín muy malvado usted ahí", dije. "¿Qué es lo que ha enterrado en él?"

"Ah", dijo. "Le gustaría saberlo, ¿eh?. ¡Si lo hubiera conocido, a él, a mi hijo! Ni siquiera podría hacerse usted una idea de cómo era, de lo taimado, lo cruel, lo sediento de sangre que era! Los pensamientos rojos crecían continuamente en su cabeza, pero ahora mírelos, crecen tan ricamente en mi jardín. Arruinó mi vida; me torturó; volvió del revés mi cabeza sobre mi cuello, sí, eso es lo que hizo, me la revolvió sobre el pescuezo como si fuese una muela de molino”

"Pero ahora lo tengo aquí, y me consuela en mi vejez. Cada día voy y vendo en el mercado sus pensamientos. Sus malvados y rojos pensamientos. ¡Vaya venganza la mía!. Él yace rechinando los dientes, y no puede hacer nada por impedirlo, nada.

"Cuando el verdugo terminó con su cuerpo me lo entregó, me dio los restos que ahora yacen aquí bajo mis pies. Pero tenga, señorita, coja este pensamiento rojo en su recuerdo"

Y diciendo esto se irguió y vino hacia mí con paso tembloroso, sosteniendo una única flor en su mano. Una flor que brillaba con la incandescencia del rojo sol poniéndose sobre las colinas.

 

Tod Robbins: Crimson Flowers.  Publicado originalmente en The Thrill Book. 1919

English version on Google books

TOD ROBBINS: THE MASTER OF MURDER

0 comentarios:

Publicar un comentario